La incertidumbre siempre ha estado presente en nuestras vidas, pero no éramos tan conscientes de ello hasta que nos golpeó el estallido social y posteriormente la pandemia. Todo cambió abruptamente y apenas pudimos reaccionar para adaptarnos. El conflicto en Ucrania vino a ser la guinda de una torta que recién se sentía más comible, y aunque sea una realidad lejana geográficamente, sigue peso en la mochila.
‘¿Qué más viene ahora?’ empiezo a pensar y basta abrir una red social para llenarse de tragedias y opiniones que a mí por lo menos me hacen más mal que bien. Siendo periodista, durante estos últimos años tomé la contradictoria decisión de dejar de ver noticias. Sí repaso los diarios una vez al día, pero me salto en Instagram un montón de cosas, porque yo no sé si soy muy sensible, pero me he descubierto sintiéndome más ansiosa o alterada cuando paso mucho tiempo ‘centrada’ en las desgracias de la humanidad. Y eso no quiere decir que haga vista gorda, pero creo que el autocuidado también debe considerar qué consumimos y cuánta cantidad. No solo el alimento es nutrición, es también todo lo que de una u otra forma ingresa en nosotros.
Gestionar el autocuidado
¿Cómo volver a nuestro centro entonces? De las cosas que he aprendido en mi experiencia y gracias a la sicoterapia, rescato algunos puntos que sigo poniendo en práctica hasta el día de hoy:
- Doy permiso a la incomodidad y la preocupación. Cuando siento agobio por la razón que sea, no me hago la loca. He aprendido que darle un espacio a esa emoción la alivia. El solo hecho de reconocerla me quita un peso de encima, porque al aceptarla dejo de luchar contra ella.
- Uso la rutina a mi favor: respeto mis horarios, intento mantenerme activa y si no me dan ganas de hacer deportes salgo a caminar para mantenerme en movimiento. Cuando me siento estresada es cuando más tiempo de doy: para leer, para descansar y horarios específicos para trabajar. Esa estructura me centra y mantiene conectada con el presente.
- ¡Busco espacios de liberación! En mi caso hay dos actividades que alivian mi mente: escribir y caminar. Hacer aquello que te relaje dará descanso a esa mente insaciable y de paso, te ayudará a aclarar tus ideas.
- Somos seres gregarios, no te aísles demasiado. El contacto con otros es importante. El hecho de que puedas resolver solo o sola no significa que tengas que hacerlo, contar con el apoyo de alguien más es bonito y te puede dar un punto de vista que no habías contemplado.
- Mañana slow. Hace dos meses implementé cambios al despertar. Apenas abro los ojos me estiro, miro a mi alrededor y doy gracias anticipadas por el día. Hago tres rondas de respiraciones en las cuales cuento de 1 a 5 mientras inhalo, mantengo la respiración por dos segundos, y exhalo en 5 tiempos. Eso me ayuda a enfrentar el día con calma. Luego me tomo un vaso de agua con gotitas de limón y me levanto. Si tengo más tiempo escribo o hago mi rutina de ejercicios antes de ponerme a trabajar, pero si no alcanzo, dejo la actividad física para la hora de almuerzo, que también me ayuda a activar el resto del día.
- Un día a la vez. Conectar con el presente es fundamental para no caer en escenarios catastróficos que no han ocurrido. A mí me sirve mucho situarme en el día en el que estoy, respirar profundo y visualizar mis tareas del día, así mantengo mi mente conectada con el hoy y lo que puedo manejar.
- ¡Más flexible! La flexibilidad es una característica fundamental en la vida, pues nos permite adaptarnos a distintas situaciones y ajustarnos a lo que necesitamos cuando lo necesitamos. Mientras más confío en mí y me escucho, soy menos estricta, porque sé que tengo la capacidad de resolver o pedir ayuda. La vida me ha enseñado que mientras más me resisto a los cambios, peor lo paso y más me estreso. No es fácil, sin duda, pero traer esto a la consciencia ayuda a mantener una parte de nosotros siempre dispuesta a aprender y evolucionar.